Poetas del mundo
variaciones de la ciudad
hablo de la ciudad construida por los muertos,
habitada por sus tercos fantasmas, regida por su
despótica memoria
Octavio Paz, en Árbol adentro
muchacho
esta ciudad mi úlcera
la raíz más amarga entre mis dientes
puñal entre mis piernas
la venerada virgen en los altares de la política
la digerimos lentamente en la mañana con el tráfico y el smog y la bachata y el chillido de los noticieros
la vomitamos luego de cada borrachera cerca de la lotería o por el parque san josé o la zona real
el jolgorio con pílsener y mujeres con lentejuelas y pirotecnia en los corazones
la sorbemos en el añejo bella nápoles
es
un cuerpo canceroso cuyas vértebras se van fracturando
la pega para los hambrientos
la cárcel para los que buscan la detonación de las palabras más inconformes
(estoy sola
y soy un cedro en este infierno)
un cocodrilo me podría degollar en la esquina más inesperada
en la estación de autobuses inservibles
a la salida de un centro comercial
así
mi nombre pararía en un cementerio clandestino
junto a miles de desaparecidos
los que una vez cantaron el himno con orgullo en las escuelas parecidas a las ratoneras
y que elevaron plegarias en las iglesias hoy clausuradas por los terremotos de la lujuria
la ciudad no es piadosa con el cascajo
con el recién nacido abandonado en la neblina
ni con la joven atropellada frente a las harpías de las cámaras de televisión
ni con los vagabundos y las prostitutas que colman su pequeño vientre como fetos enfermos
ni con los jardineros que cuidan del espíritu
ni con los drogadictos de las aceras que se acumulan como promontorios de basura
las manos a cualquiera podrían cortarles en esta ciudad si se entrega a los girasoles y a la contemplación de las cordilleras acariciadas por el atardecer
para luego venderlas en las carnicerías
o servirlas en los banquetes de los pobres
(bien en un orfanato)
en
esta
ciudad
le disparan al corazón más necesitado de brisa y armonía
al más necesitado de bailes y frutos
al más necesitado de caricias de violines y delfines
es normal encontrar cabezas colgando de las lámparas
o de los árboles
o rodando en los parques como pelotas de fútbol
(un deporte muy divertido)
en esos parques los columpios ya no albergan las risas ni la vivacidad de árboles amarillos
ni el encanto acaricia su grama que una vez sirvió a los enamorados
sabes muchacho
los habitantes de esta ciudad
bajo el techo del excremento
devoran las mujeres con fiebre y alcohol y entregan su sangre a las alcantarillas
no hay aurora capaz de darnos esperanza
muchacho
la pequeña ciudad
el cadáver que todos los días cargamos en silencio
Miroslava Rosales
Miroslava Rosales nació en San Salvador, El Salvador, el 14 de diciembre de 1985. Estudia la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato, México. Es integrante de la red de centroamericanistas O ISTMO (Brasil: Universidad Federal de Pernambuco). De igual forma es editora de la revista mexicana Cuadrivio. Perteneció al extinto taller literario El Perro Muerto. Su trabajo aparece en las antologías Nuevas voces femeninas de El Salvador (Editorial de la Universidad de El Salvador, 2009), Una madrugada del siglo xxi (2010), Las perlas de la mañana siguiente (2012), Ventanas de libertad (Secretaría de Cultura, 2014), The Theatre under my Skin. Contemporary Salvadoran Poetry (Teatro bajo mi piel. Poesía salvadoreña contemporánea) (Kalina Editorial, 2014), Resistencia en la tierra. Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América (Chile: Ocean Sur, 2014), Segundo índice antológico de la poesía salvadoreña (Índole editores/Kalina editores, 2014); y en revistas de Estados Unidos, Irlanda, España, Canadá, México, Colombia, Perú, Venezuela, Argentina y Centroamérica. Ha publicado fotografías en revistas como Azahares, de la Universidad de Arkansas-Forth Smith.