Trilobites
Si es por tragedia, alguien debería
contar la historia de los trilobites,
animales marinos condenados a fósiles,
a que nadie humedezca sus mañanas
ni recuerde la razón de los abismos.
Carlos Juárez Aldazábal (Salta, Argentina, 1974). Como poeta obtuvo, entre otros, el Premio Alhambra de Poesía Americana (Granada, España), el Primer Premio Regional de Poesía (NOA) de la Secretaría de Cultura de la Argentina y el Primer Premio del II Concurso “Identidad, de las huellas a la palabra”, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo. Publicó los poemarios La soberbia del monje (1996, subsidio de la Fundación Antorchas), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria (2003), El caserío (2007), Heredarás la tierra (2007), El banco está cerrado (2010), Hain, el mundo selknam en poesía e historieta (con ilustraciones de Eleonora Kortsarz, 2012), Piedra al pecho (2013) y Las visitas de siempre (2014). Su poesía ha sido parcialmente traducida al inglés, al árabe y al italiano, e incluida en diversas antologías, entre otras Poesía ante la incertidumbre. Nuevos poetas en español (2011), editada en España y en distintos países de América Latina por Visor.
Si es por tragedia, alguien debería
contar la historia de los trilobites,
animales marinos condenados a fósiles,
a que nadie humedezca sus mañanas
ni recuerde la razón de los abismos.
El recuerdo es una síntesis de los claveles:
esas manchas rojas sobre el agua,
el agua verde de un litoral innombrable,
manchas negras sobre el papel que ocultan el sentido,
sentido del olfato, sentido del gusto,
Confesando las formas de las piedras,
las partes de arenal lleno de escombros,
debo nombrar el viento y sus soplidos,
la melodía gris de la música ingrata.
Dispuesto a confesar hasta las dudas,
Porque un tropezón no sea caída,
no tengo que obligarme a agradecerte,
menos aún cuando el tropezón se debe a puntapié,
zancadilla artera nada parecida
a una luna en Tilcara, una acequia en Mendoza
“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, escribió Pavese,
pero tus ojos no estaban cuando tocó mi puerta,
ni cuando me fui, tiritando de noche.
A veces las palabras inventan sus verdades, y los poetas mienten.
Lo sé porque mi sombra se confunde en tu aliento,
Las teclas y la lluvia.
La humedad que impregna las palabras,
el sonido del ahogo y la miseria.
No hay brújulas de piedad ni mandolinas,
ni pipas de la paz ni punto aparte.
A pesar de la lluvia,
quiere decir que la vida no se ha helado,
que las fotos que quedan de los muertos
en las redes sociales
son augurio de otra cosa que no es muerte.
Hacer la palabra como se hace el fuego.
hacer una nube con el color del sol,
una forma de agua para que sueñen peces,
un resplandor de verbos, una promesa.
Hacer la palabra para vencer la muerte,
Escribo en una gota de música.
No intento deslumbrar ningún silencio
ni esclavizar minutos del pasado.
Simplemente, escribo en una gota de música
antes de que se seque la esperanza.
No pienso despertar, si me preguntan.
No se trata del deseo eufórico de la revolución
ni del estruendo mudo de Vallejo.
Apenas es la convicción del “nada importa”,
del “da lo mismo”, Cambalache con voz pero sin tango.