Poetas del mundo

HIMNO A LA CLARIDAD

A cambio de mi vida nada acepto.

¿Qué se puede ofrecer que valga más

que el calor de la llama, que la espiga

convocada a ser grano, que la noche

que dentro ya contiene el joven día?

 

Escucho mis pisadas sobre el suelo.

A lo lejos, alguien también las oye.

Tañido lastimero de campanas

en su oído. Eco de brasas tiernas

en el mío, que todavía es temprano

y en el cuerpo palpita el pulso errante.

 

Me pongo por testigo en esta hora,

cuando la lluvia lava más que riega

y los libros liberan más que nutren.

 

¿A qué esperáis? Encended los caminos,

que empapen bien los ojos. Recorredlos

mientras haya una lumbre en los pulmones,

mientras un niño aguarde su ocasión

de convertirse en hombre, mientras verbos

de orígenes distantes desemboquen

en una voz unida, mientras reinen

las noches que nos prenden, abrazad

el destello arcilloso de la tierra

que es nuestro hogar común,

                                    el verdadero.

 

A cambio de mi vida nada acepto,

aunque sepa -y bien que eso me duele-

que no siempre es el justo el encumbrado.

La luz es un oficio fugitivo,

impenitente en su aversión al óxido.

 

Aun así, yo me aferro a esta urdimbre,

a esta pila de huesos que me suman,

a este rayo en proceso, presentido

en su persecución de lo inefable.

La profecía acampa frente al cielo

con los párpados tersos y se afana

en avanzar en base a lo avanzado.

 

Que nada nos detenga. La llamada

del infinito debe obedecerse.

Soberana inquietud que nos animas,

enséñanos a merecer el néctar

de estos días que nos tocan. Muéstranos

un modo de luchar contra el vacío

de este dulce interludio. Que la fe

en la alegría posible no abandone

ni la razón despierta ni el recuerdo.

 

Sé que tengo sentido porque vivo,

y sé que no hay dolor ni menoscabo

que puedan inmolar esta fortuna

de ser en el presente, de existir,

de sentirme el orfebre del instante.

 

Yo soy mi propio riesgo. Doy por cierta

la sed de infinitud que me espolea.

Ante el placer de respirar me postro.

 

No hay verdad más profunda que la vida.

Raquel Lanceros

Raquel Lanseros  (Jerez de la Frontera, España, 1973)
Es una de las voces más premiadas y reconocidas de la poesía española actual.
Ha publicado los libros de poemas Leyendas del Promontorio, Diario de un destello, Los ojos de la niebla, Croniria  y Las pequeñas espinas son pequeñas.
Croniria ha sido traducido al inglés y publicado en Estados Unidos, mientras que Diario de un destello ha sido traducido al francés y publicado en Francia bajo el título de Journal d'un scintillement.
Su obra ha sido reunida en las antologías personales La acacia roja, Un sueño dentro de un sueño y A las órdenes del viento.
Entre los galardones que ha recibido por su obra poética destacan el Premio Unicaja de Poesía, un Accésit del Premio Adonáis, el Premio de Poesía del Tren, el Premio Antonio Machado en Baeza y el Premio Jaén de Poesía.
Como traductora, ha publicado Poemas de amor, traducción de una selección de poemas de Edgar Allan Poe; Poemas, traducción de una selección de poemas de Lewis Carroll; Mira lo que has hecho, poemas reunidos del poeta estadounidense Gordon McNeer y Los ojos de Elsa, el libro más reconocido de Louis Aragon.
Licenciada en Filología Inglesa, su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, italiano, holandés, hindi, turco, hebreo, armenio, griego y portugués. Asimismo, ha sido incluida en numerosas antologías y publicaciones literarias dentro y fuera de España.